El invierno es tiempo de poda en la viña.
Este procesos marca los primeros meses del año (se inicia en diciembre y se alarga hasta el mes de marzo). Así, se mantiene la estructura de la cepa, rejuveneciéndola para un período productivo más largo y regularizando el vigor para obtener buenas cosechas sin debilitarla.
Si observamos los campos en esta época puede parecer que en el viñedo no está pasando nada. Parecen cepas secas faltadas de vida, sin hoja, pero en realidad las plantas siguen su ciclo, mientas el viñedo se va preparando para florecer en la primavera.
En Abadal, se inicia la poda en esos viñedos que se encuentran en los fondos o bien orientadas al norte. Aquellos en las que el frío llega antes y provoca una parada vegetativa en la planta. Se reservan para el final aquellos viñedos más jóvenes y los que están en formación.
Si el viñedo está emparrado será necesario realizar una poda adecuada que permita la mecanización y si se prefiere que la cepa quede en vaso, se tiene cuidado que las cepas del viñedo estén bien repartidas y bien orientadas verticalmente. Eso se hace, entre otros, cortando los sarmientos, las ramas largas y delgadas del viñedo en función de su aspecto, diámetro y longitud, como bien explicaba Vadevi en un artículo sobre esta técnica.
Para podar, es necesario haber observado el viñedo para saber que numero de yemas se tienen que dejar, se tiene que saber cómo ha producido esta planta y que vigor tienen para poderla regular.
La poda se puede realizar manualmente con tijeras de toda la vida o bien con tijeras neumáticas o eléctricas (más modernas que requieren menos esfuerzo) y con máquinas.
En el caso de Abadal, generalmente es mixta. Se realiza una prepoda mecánica con el único objetivo de cortar la parte más alta del sarmiento para facilitar la poda manual posterior. La poda manual de la cepa en producción se realiza con tijeras eléctricas siguiendo el ciclo natural de conducción de la savia y minimizando las heridas de la poda.
Todos los restos de la poda quedan en la tierra para proceder a un posterior trinchado de los mismos. De esta manera devolvemos al suelo parte de la extracción mineral hecha por la planta durante su ciclo vegetativo. A la vez los restos de poda ayudan a esponjar nuestros suelos arcillosos (duros y compactos).